Hace una semana leía un artículo en el periódico frances "Le monde diplomatique" que comparaba lo ocurrido en Fukushima con Chernóbil. Se trataba de un texto muy completo que analizaba todas las consecuencias de ambos desastres y hablaba de la situación actual. Este artículo afirmaba que la Organización Mundial de la Salud y otros organismos similares han optado por ignorar todos los estudios serios que se han hecho en Chernobil sobre los efectos del consumo continuado de productos con dósis bajas de radiación. Afirma también que en el conteo de víctimas no se han contado las enfermedades y cánceres que se han ido mostrando después a lo largo de los años como resultado de la exposición a la radiactividad. Por si esto fuera poco, relataba como en Bielorrusia se está estudiando desclasificar algunas zonas agrícolas como radiactivas con el obvio deseo de poner esos productos con dosis de radiación (aunque sean bajas) en el mercado europeo.
Algunos días después, el pasado 3 de mayo, "El Mundo" ofrecía el escueto artículo que reproduzco a continuación:
"La UE no puede hacernos 'comer' la radiactividad para salvar a Japón
"La COMISIÓN Euripea ha aprobado de tapadillo un decreto por el que eleva las tasas máximas de radiactividad permitidas en los alimentos. En concreto, se han autorizado niveles que triplican los que estaban vigentes hasta ahora. Se trata de una medida con la que se pretende evitar el colapso del mercado de productos alimenticios, amenazados por la catástrofe de Fukushima. Una medida similar se adoptó a finales de los años 80 tras el incidente nuclear de Chernóbil. Ahora bien, no es de recibo que las autoridades europeas antepongan la economía a la salud de las personas. Si lo que se pretende es ayudar a Tokio esta no es, desde luego, la mejor fórmula. Según han denunciado científicos solventes, existen riesgos para quienes consuman de forma continuada productos con niveles de radiactividad como los que Europa permite importar de Japón tras ese injustificable cambio de normativa. O la UE se equivocó por exceso de celo cuando estableció unos determinados niveles de seguridad alimentaria o, como parece, trata de engañarnos ahora. El Ejecutivo comunitario debería dar una explicación, asumir responsabilidades y rectificar. Con las cosas de comer no se juega."
Todo esto pasa en un momento en el que había planes en medio mundo para instalar docenas de centrales nucleares nuevas. La alarma que se ha generado no es nada buena para esos negocios y, claro está, hay que quitar hierro al asunto. Qué importa si morimos por ello. La cría de consumidores no se verá afectada. De todas formas ya existe un problema de superpoblación y en muchos países la población activa es menor que la pasiva. Si murieramos todos a los 65 años sería perfecto. En cualquier caso, está visto que donde hay beneficios, los cadáveres que tengas que pisar para conseguirlos poco importan.
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