Después de un periodo de tres semanas en las que ha habido de todo, y en el que destaco sobretodo mi mal estado de salud; me detengo un momento a recordar los cerezos que contemplé en París hace poquitos días. Sí. No me avergüenzo de decir que me sorprendí a mí mismo disfrutando de la llúvia de pétalos bajo los cerezos. Esa escena, quizá más que ninguna otra, nos hace ser brutalmente conscientes de que -como las flores del cerezo- nosotros tenemos fecha de caducidad. Habrá quien diga que ellas vuelven al año siguiente... pero no es verdad. Vuelven, pero son ya otras. Cada momento de un ser humano es único y precioso.
Pensando en los cerezos y en la vida, creo que no puedo dejar de recordar el poema póstumo de Asano Naganori:
"風さそふ / 花よりもなほ / 我はまた / 春の名残を / いかにとやせん"
"Más que las flores del cerezo invitando al viento a llevarselas me estoy preguntando qué hacer con lo que me queda de primavera".
Escribía esto pocos segundos antes de practicarse el seppuku (harakiri) o suicidio ritual, por orden del Shogun, iniciando así la leyenda de los 47 ronin.
Acompañando a estas líneas, Gladiolos: una canción de "el tío cazuela".
Comentarios
Publicar un comentario