Acabo de terminar Hyperion de Dan Simmons, y tengo que confesar que salgo con sentimientos encontrados. Por un lado, el mundo que plantea es vasto, lleno de referencias literarias y de conceptos de ciencia ficción clásicos; por otro, me siento defraudado por la manera en que se desarrolla la historia.
Lo que más me interesaba desde el principio era el misterio de las Tumbas del Tiempo. Ese hilo central que promete una aventura épica queda prácticamente intacto durante más de 600 páginas. En lugar de eso, Simmons nos ofrece una serie de relatos individuales que funcionan como monólogos: las historias de los siete peregrinos. Cada relato pretende ser profundo, literario o emotivo, pero para mí la mayoría se siente prescindible, incluso insustancial.
Si comparamos con obras como El Decamerón, donde cada historia aporta algo y los narradores tienen voz propia, Hyperion se queda corto. Los peregrinos no interactúan verdaderamente entre sí, no sentimos su evolución como grupo, y sus aventuras son más un marco para contar historias que una misión colectiva. Personajes como Silenus, por ejemplo, se convierten en meros vehículos de estilo y pomposidad literaria, sin impacto real en la trama ni en el mundo.
Algunas historias tienen un interés relativo: Brawne Lamia, por su trasfondo detectivesco, me mantuvo enganchado; la de Sol y Rachel, aunque plantea la idea intrigante de la vida invertida, es en realidad un tropo literario conocido y estirado artificialmente con drama familiar, sin añadir novedad real. El resto —el Cónsul, Kassad, el padre Hoyt— se sienten planos, arquetípicos, poco conectados con la peregrinación o el misterio que supuestamente da sentido a todo.
El estilo de Simmons, con su grandilocuencia y referencias constantes a la literatura, puede fascinar a quien busque experimentalismo literario y profundidad metafísica. Pero para mí, que valoro la construcción de un mundo coherente, la conexión emocional con los personajes y el avance de la trama, Hyperion falla. Se siente como estar atrapado en un videojuego haciendo misiones secundarias que no aportan nada al objetivo principal: mucho aire rimbombante, poca sustancia real.
Si buscáis algo comparable a la emoción y riqueza de Fundación de Asimov, o la vida y textura de la Tierra Media de Tolkien, Hyperion no lo proporciona. La lectura se disfruta solo en momentos aislados, y la sensación general es de haber pasado por 600 páginas esperando algo que nunca llega del todo.
En definitiva, Hyperion promete más de lo que cumple, y deja a muchos lectores con la sensación de que la aventura real, la que debería ser el corazón de la historia, queda relegada a un segundo plano.



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