Desde la antigüedad existe la creencia de que algunas estructuras hechas por el hombre se erigieron sobre puntos de acceso al Infierno. Se hablaba de demonios de los niveles inferiores que solían brotar al exterior por esos lugares para atormentar a la vecindad. Hoy día tendemos a pensar que todo aquello solo fue superstición, pero a lo largo de la historia algunas personas han dedicado mucho esfuerzo y tiempo en tapar estas puertas del infierno por medio de costosas construcciones que en muchos casos después fueron raramente utilizadas por ser motivo del padecimiento y espanto de sus moradores.
Hoy viajamos al antiguo Reino de Bohemia, en la actual República Checa, donde a mediados del siglo XIII el rey Ottokar II mandó levantar una fortaleza sobre un gran agujero tan profundo y tan oscuro, que no se veía el fondo.
Houska fue ideado como un centro administrativo desde el cual gestionar el ingente patrimonio real. Extrañamente, está situado sobre un alto peñasco que parece estar en mitad de ninguna parte; en una zona de bosques, pantanos y montañas. El castillo carece de fortificaciones externas, no dispone de fuentes de agua potable salvo una humilde cisterna para recoger la lluvia, no tiene siquiera cocinas donde preparar banquetes ni granjas cercanas de que proveerlas. Tampoco puede pensarse que sirviera como lugar de vigilancia, puesto que no se le acerca ninguna ruta comercial ni tiene en sus inmediaciones minas o cualesquiera otros recursos a los cuales pudiera servir de protección. Fortaleza tan mal ubicada de acuerdo a los usos de la época, pareciera sin propósito de no tomarse en cuenta otras consideraciones que ahora me guardo. Aún hay más razones para dudar de su utilidad pues, terminadas las obras, no tuvo ocupantes. Así mismo, la corona se deshizo pronto de esta propiedad pasándola a la nobleza, dentro de la cual cambió de manos con mucha frecuencia. Como si, por alguna oscura razón, a nadie le gustara vivir allí.
Ya en el siglo XVI fue sometido a modificaciones para acomodar el castillo al estilo renacentista, no perdiendo ninguna de sus características defensivas al estar asentada sobre una peña empinada. Durante algún tiempo sirvió como lugar de residencia nobiliaria, hasta que en el siglo XVIII cayó en el más absoluto abandono. A principios del siglo siguiente fue renovado y ya en 1897 sería adquirido por la Princesa Hohenlohe, que mantuvo la propiedad en su familia unas décadas hasta que en 1924 fue comprado por Josef Šimonek, presidente de Skoda. Este lo legó a sus descendientes quienes todavía mantenían la heredad en 2020 (ignoro si la siguen teniendo).
En vista de que, como hemos podido notar, no hay razón terrenal por la que ubicar un castillo en tal paraje, las razones deben de ser otras. No sé si decir que de carácter sobrenatural, pero parece claro que los lugareños tenían motivo de queja y aprensión sobre aquel gran agujero, del que decían ver surgir seres híbridos como de cruce entre animal y humano, así como grandes criaturas de alas negras que sobrevolaban la región. Sea superstición o no, lo que está claro es que las autoridades de aquel período decidieron tomar cartas en el asunto y levantaron el castillo de Houska con el fin de tapar y obstruir aquel infausto orificio. En el interior de la fortaleza, justo sobre la llamada puerta del infierno, situaron una capilla con cuyas oraciones y sacrificios venir a paliar y sellar el mal que del mismo emergía.
Una leyenda cuenta que, cuando comenzó la construcción del castillo, a todos los reos de muerte se les ofrecía el perdón si consentían ser bajados por medio de una cuerda al interior del agujero y repetir al subir lo que habían visto. Al parecer cuando el primero fue descendido, este comenzó a gritar tras unos pocos segundos, y para cuando se la devolvió a la superficie, parecía que había envejecido treinta años. Le habían salido arrugas y su pelo se había tornado blanco.
Posteriormente, en la II Guerra Mundial, la Wehrmacht ocupó el castillo hasta 1945. Siempre se ha creído que los nazis habían llevado a cabo experimentos de ocultismo. De acuerdo con una fuente, algunas de esas investigaciones ocultistas se habían desarrollado allí. Otra fuente afirma que los lugareños creían que los nazis habían estado usando los poderes del infierno en tales experimentos.
El castillo está abierto al público desde 1999. La visita incluye la capilla con sus murales desvaídos que incluyen figuras animales y demoníacas. ¿Se habrá producido con el tiempo transcurrido, el abandono y los sismos de los años, alguna fisura o grieta por la que el viejo daño pueda volver a manifestarse? ¿Quedará algún rescoldo de ese añejo mal que haya podido sobrevivir a la descreída modernidad hedonista en la que nos hallamos sumergidos? ¿Acaso escapó hace tiempo y nos tiene ya dominados? No lo sé. Quizá no lo podamos saber ya nunca, al haber perdido o quizá dañado irreparablemente la brújula moral que nos guiaba. Si es así, decididamente navegamos a la deriva, en un mar ignoto; sin compás, estrellas ni piloto; a la perdición derechos.
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